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Participa / Foros / Cuentos y narraciones / Amanece en la capital de la Tiesa

Autor: A.G:
Fecha: 23/04/2008 00:26:00

En un lugar de la Tiesa

En un lugar de Extremadura, en la región de la Tiesa, comarca situada al sureste de Monfragüe, entre las Villuercas Bajas y los berrocales de Trujillo, se halla un gran pueblo, y en ese pueblo un señor, de cuyo nombre no quiero acordarme.

¡Que no! ¡Que no quiero acordarme!. No quiero que me vengan a la memoria sus extrañas excentricidades, ni sus aventuras, ni sus rarezas. No quiero rememorar sus desmanes y desdichas. Quiero realmente olvidar sus absurdos amoríos y sus desgraciadas desventuras.

Quiero arrinconar aquel día de abril por la mañana. Sé que era un día de abril, porque el campo estaba bastante florido. Pues ese día, hallábase el tal señor, contemplando sus propiedades, meditando en voz alta. Decía:

-¿Que será? ¿Por qué yo tan afortunado? ¡Todo esto es mío! ¡Mío de mi propia propiedad!. Y se le llenaba la boca de pes y de erres mientras las pronunciaba. ¡Hasta donde la vista alcanza!.Todo mío. Esta tierra; sus pedruscos, sus animales, su ganado y sus bichinos. Estas encinas, también son mías... El agua, también, y los pozos. Los animales y el aire que respiran. Yo soy su dueño y señor, su poseedor. El dios de todo lo que los sentidos abarcan...

Así cavilando estaba, y cuanto más meditaba, más orgulloso se sentía:

-¿Habrá otro hombre en el pueblo mas rico y listo que yo? -se decía-. ¡Si mi padre levantara la cabeza y me viera encumbrado entre tantas posesiones...! ¿Qué diría? '¡Eso, hijo, eso!. Ya veo que me hiciste caso: ¡No convertir nunca la tierra en era!'.

¿Convertir la tierra en era? ¡Que tontería! No en "era" improductiva, para retozar personas y animales, sino en 'era' verbo, pasado del verbo ser.

Su padre se lo había glosado muchas veces. Era como una parábola, puesta en boca de un propietario sabio y moribundo; queriendo indicar, con ello, que no se debe nunca ceder el poder sobre los bienes terrenales a terceros, sino sólo a familiares de tu propia sangre.

Curiosa moraleja. No importa dejar el campo abandonado, como un erial, baldío, con tal de que no vaya a pasar a manos de otro prójimo (el de enfrente por ejemplo), que las pueda convertir en prosperas y provechosas para el bienestar social. ¡Curiosa moraleja!. Pensamientos mediatizados por influencias heredadas de una colectividad feudal decadente que tuvo sus últimos reductos en la muy insigne vecina ciudad de Trujillo.

Lo importante es la sangre. Esa cosa roja, semilíquida y pastosa que sale de las narices, para hacer la puñeta, en los momentos más inoportunos; sin llegar a tener ninguna consideración ni respeto hacia los de nuestra clase; hacia los que 'somos'; hacia los que 'tenemos' . La misma sangre que mana a borbotones de la garganta del guarro.

-¡Claro que no es lo mismo! Cuando hablamos de sangre, hablamos en otro nivel, en otra esfera, en un sentido religioso y sobrenatural. Hablamos de una sangre metafísica -por eso algunos la llaman azul-. Eso da sentido a todos los sacrificios y privaciones por las que hemos tenido que pasar para amontonar riquezas, inmovilizado, que nos asegure el porvenir de nosotros, nuestros hijos, nietos, biznietos y tataranietos. Bueno, claro, ¡hijos ateos, no!, por supuesto. Aunque con el tiempo la sangre les enmendará. ¿Nietos comunistas...? El capital les devolverá al redil. ¿Biznietos franceses...? La raza les corregirá. Tengo que darles escritas unas instrucciones tan claras y concluyentes que nunca podrán rebatir.

-Cuando uno es dueño de tantas cosas, es también dueño, necesariamente, de la razón. La razón me ampara, porque si no me amparara no seria, en estos momentos, poseedor de esta gran fortuna. Y si no me amparara la podría comprar. Por lo tanto, la razón también es mía.

Amanece en la capital de la Tiesa.

Bella estampa tras el cerro de la Peña. Sale el sol entre los guaperos, iluminando unos muy rojos tejados.
Calma.
Demasiada calma. Los campos vuelven a reverdecer. Ya se han librado de sus poseedores, una vez más; pero vendrán otros. Los chaparros enhiestos se ríen de las profundas meditaciones de quien fue su señor.
El agua de los charcos se renueva.
Las cigüeñas regresan altivas.
La vida se renace en la capital de la Tiesa.

Así va la discusión

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