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Autor: La fiesta
Fecha: 03/07/2009 00:42:47

Recuerdo un pueblo que olía a cochinillo frito -pelailla, se decía entonces- y carne asá. En llegando el mes de agosto esperábamos los "coches" de los Largos que venían cargados de gente una vez o dos por semana. En otro tiempo esos mismos coches, subían cargados de "paquetes" para los familiares que "allá arriba" tuvieron que marchar un día. Recuerdo días de encanto, de magia, de espera nerviosa de alguna chica que en el verano pasado habíamos "hablado" algo -poco, eh-. De varios amigos que venían y encontraban en el pueblo un lugar de libertad y expansión que "allá arriba", no tenían. Las terrazas de los bares las "parrillas" de los bares no se enfríaban y los discos de las vertederas, de los arados que en otros tiempos donde no había alcampos, eroskis, pricas, ni sabíamos que coño era una barbacoa, hacían un buen servicio para tal fin.
En todo caso las cosa cambiaron y pronto. Yo creo que la culpa la tuvo el Yogourt. Recuerdo unos años -pocos- posteriores en los que los chicarrones del norte no comían a sus madres ni el yogourt: "es que no me come ni es yurugur", decían aquellas madres agobiadas por los rigores y las calores del verano torrecillano. A los de allí -del pueblo, quiero decir- nos hacía mucha gracia. Había otros dichos que recopilaré en otro escrito de estos. (Creo que podríamos hacer, junto con el diccionario de términos del pueblo, uno con los términos de los emigrantes, sería curioso).
Pues eso que el pueblo era una fiesta sin homenajes, yo creo que lo que pasaba era que yo era más joven y mi amigo Toni Currino y varios más que no quiero citar para que no se me olvide ninguno -pero sobre todo Toni Currino- éramos conocidos en el pueblo porque juntábamos la noche con el día. Esa voz de Currino a las tantas de la madrugada resonando por las calles "GOLEORAS!", término que creo que tampoco está, Adrián, en el diccionario, se les clavó en los oídos a varias mujeres que -en alguna boda- recuerdoo que nos identificaron, igual que se identifica al tío de los melones -que tiene cojones- que a las cinco de la tarde, cuando habías cogido el sueño de la siesta, te despertara.
Esas fiestas de San Bartolo, esas noches eternas en el parque, ese pueblo que multiplicaba por dos o por tres sus habitantes y que con el final de agosto y hasta que empezaban las fiestas quedaba un poco "apagado", como un pueblo típico de costa, -la nuestra era la de "la acosta" del abuelo. Ahora todos tenemos mucho dinero, a pesar de la crisis, y ya no es necesario ir de vacaciones a casa de los parientes, o llevar el niño allí todo el verano para que lo cuide el abuelo, somos ricos, un país próspero que come yogures sin problemas, pocas sopas de tomate con higos, que engordan y nos vamos de vacaciones a la costa: pero la de la playa, vaya, vaya que aquí sí hay playa.
Los yogoures han tenido la culpa. Otro día hablaré de los quintos
Un saludo, incluso a mi amigo Toni Currino

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