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Participa / Foros / Colaboraciones / El agua

Autor: Adrian
Fecha: 10/06/2007 04:33:34

El vaso de porcelana acababa tan descascarillao, de tanto bregar con él, que llegaba a parecer un cuadro de pintura abstracta.

Pero tampoco era esa la preocupación que se tenía a la hora de tomarse un rico trago de agua fresca: Ni el contagio, ni los escrúpulos, eran lo que más contaban; ni siquiera la propia salud que, a causa de un agua contaminada, pudiera provocar diarreas o cólera.

Se sabía que en algunas épocas, cuando el agua venía revuelta, o cuando los pozos estaban en las últimas, había que tener cuidado, y más de una vez se llegaría a recomendar hervir el agua (sobre todo para los enfermos de gastroenteritis). Pero la mayor preocupación no era esa.

Tampoco la existencia de microorganismos vivos, y no tan “micros”, que siempre abundaban en las aguas que no tenían “aclaraores”. Ya se sabía. En la escuela nos hablaban de la existencia de bacterias, virus y otros seres unicelulares, invisibles al ojo humano que plagaban las aguas. Como diría Juan, algunos bichinos eran “mu cojonúos” y “que se veía bien clarito que eran bichinos”. Había que aguantarse; filtrar el agua con un colaó y un paño de tela. ¡Vaya coñazo! ¿Para qué estaba ese refrán que decía que “mota que no ahoga, engorda”? Y si la mota estaba viva, pues ¡menudo aporte proteínico adicional y complementario para la dieta!...

Pues tampoco eran los “bichinos” la máxima preocupación o respeto que uno pudiera tener al beber un “gargo” de agua. Y menos si ese “galrro” lo tomabas del “barril” (botijo). La verdadera inquietud y respeto por las aguas nos había llegado por tradición oral, con las advertencias de los mayores y los relatos de desgracias habidas por infringirlas. Por la existencias de esos seres que, indiferentes en circunstancias normales, o, incluso, aliados en algunos momentos, ante ciertas enfermedades…. Esos seres, habituales en todas las charcas y ríos del término municipal. Bichos negros; para algunos, repugnantes sanguinarios, “vampiros” chupadores de sangre humana y animal… Esos, que se te adosaban en las piernas, o en cualquier otro sitio, cuando vas a bañarte desnudo en las pozancas, y que viven del aporte proteínico de las patas de las bestias mientras están abrevando. Esos mismos parásitos, que podrían, eventualmente, llegar a residir en alguna fuente de agua potable (mientras no se descubra la presencia del animalito y se proscriba como no apta para el consumo), y acabar en tu vaso de porcelana-con-más-desconches-que-el-coche-de Carlos-Saiz-después-del-Paris-Dakar. Y de tu vaso a la garganta, de invitado de honor, a darse un banquete con tu propia sangre: ¡Las malditas sanguijuelas! ¡Esas sí que eran las causantes de nuestro mayor respeto por las aguas!

Así va la discusión

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