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Participa / Foros / Colaboraciones / LA FERIA DE TRUJILLO

Autor: Fernando
Fecha: 09/05/2007 18:29:22

LA FERIA DE TRUJILLO

La primera vez que fui a Trujillo, de forma independiente con un grupo de amigos, no tendría más de doce o trece años.
Aquello fue planteado con bastante antelación y , pese a todo, la obtención de los permisos necesarios de parte de nuestros mayores, fue laboriosa.
Conseguimos el permiso porque nos iba a acompañar un tío mío, Felipe, que nos llevaba siete u ocho años y ya le consideraban persona responsable.
Total, que emprendimos el viaje por la mañana temprano, con ropa de diario y unas alpargatas, por el camino de Trujillo adelante y en el coche de San Fernando (unos ratos a pié y otros andando). La ropa limpia y los zapatos iban en una pequeña maleta que nos turnábamos en llevar.
Cuando llegamos al Vivero, con el ánimo alto por estar tan cerca de la meta, en una charca que se encontraba al lado de la carretera, nos aseamos un poco y después de lavarnos los pies, nos cambiamos de ropa y calzado, camuflados entre unos juncos, para llegar “pinchos” a Trujillo. Las alpargatas y ropa sucia la guardamos apresuradamente en la maleta y reemprendimos el viaje.
Al llegar a la entrada de Trujillo, poco más delante de la cruz de granito, mi tío, que iba rompiendo la marcha, muy chulo con su traje y corbata, miró un poco hacia atrás y observó que un calcetín había quedado casi fuera de la maleta para descrédito de nuestro porte. Nervioso, sin querer mirar hacia atrás, empezó a ordenar en voz baja : ¡Niños!. ¡El “carsetin”! (Era andaluz). Repitiendo una y otra vez, y nosotros sin enterarnos de lo que quería decir. Y ya, fuera de sí, sacó la navaja del bolsillo y cortó la vergüenza a rás de la maleta.
Pero todas estas fatigas quedaron olvidadas cuando, después de dejar la maleta en el comercio de Fulgencio, amigo de mi padre, llegamos, por fin a la plaza y empezamos a llenar nuestras miradas de nuevas imágenes: Puestos de juguetes, de “chucherías”, caballitos, voladoras, barcas (bueno, las barcas no nos asombraban mucho porque también iban a la fiestas de Torrecillas). Luego, bajamos al “rodeo”. En aquella enorme explanada había muchas cantinas, llenas de “avíos”, albardas y monturas. Las vacas, las ovejas, las caballerías y entre la gente, de vez en cuando, un gitano “calé”, con su indumentaria negra y vara larga al lado de algún caballo, mulo o burro del que hacía enormes halagos de juventud y mansedumbre. Pero los que iban con intención de comprar, lo primero que hacían era abrir las mandíbulas del animal para ver la edad y, por entonces, desde muy jóvenes, casi todos sabían calcular y ver si habían mudado o no. Pero, en cuanto a la mansedumbre, era más fácil salir engañados porque decían que los gitanos tenían •”brevages” que eran capaces de amansar a las fieras…..

Así va la discusión

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