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Participa / Foros / Colaboraciones / Los apodos hay que ganárselos

Autor: Adrian
Fecha: 02/02/2007 07:18:08

En principio, ni el apodo, ni el nombre, ni los apellidos dicen nada. Son palabras vacías, huecas. Un apodo hay que ganárselo, lo mismo que se gana un nombre o un reconocimiento. Mira Juan. Nombre más genérico e insustancial no existe, y sin embargo, el sólo hecho de mencionarlo aquí ya provoca sentimientos encontrados, filias y fobias, simpatías y rechazos. Ha sabido crearse una identidad y un carácter al que los que le tratamos sabemos o tenemos que adecuarnos. ¿Qué importa cual sea su verdadero nombre o su “otra identidad”? ¿Tiene algún interés relacionarla para el que no conozca nada sobre su otro “yo”? Ninguna. Cualquier nueva anécdota o episodio que se de a conocer sobre él siempre se asociará con el nombre de Juan. Con razón una de sus mayores sensibilidades es que le intenten suplantar, que le quiten su nueva personalidad conquistada con paciencia y empeño.

Los nombre oficiales, la “verdadera identidad” también hay que conquistarla, máxime en un pueblo que tiene tantos apellidos y nombre iguales, pero son mucho más difíciles de retener que los apodos y por eso siempre hay que acompañarles a alguna descripción adicional: “…el de la Rivera”, “…el de los Popa”, “… el de la tahona”, “…el de tiá Plácida” . El “nombre natural” o “nombre oficial” no deja de ser una palabra cualquiera como lo es un mote, el aparente valor que tiene es el de conceder a la persona el respaldo y reconocimiento de pertenencia a una institución o sociedad. Pero esto que puede hacerte creer que te está dando tu “verdadera identidad” no es otra cosa sino un alineamiento y sometimiento a los destinos de esa institución superior. Es como el número que te dan cuando te meten en la cárcel o cuando te “alistan” al ejército. Te converte en un elemento más, una célula, un número. Tu verdadera identidad individual está en la que tu te ganes, con nombre, apodo, mote, apellidos, alias, seudónimo, apelativo o sobrenombre.

Así que, resumiendo, dejemos que la juventud conquiste los suyos propios. No les alienemos, ni les alineemos nosotros. Es su conquista, su guerra individual.

Así va la discusión

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