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Participa / Foros / Blogs / Pesqueras

Autor: Adrián
Fecha: 11/10/2006 12:41:00

Esta noche ha llovido, mañana hay barro. Los regatos llevarán abundante agua. Mañana jugaremos a hacer pesqueras.

Salimos de casa preparados porque nuestra madre ya se lo ha olido. El día se presenta revoltoso. Salimos con las botas ‘catiuscas’, ya bastante ‘domás’ por las ‘rozauras’ laterales en las piernas y las postillas resecas y casi ‘encallás’. Son las primeras lluvias de otoño y aún no han salido sabañones en los dedos de los pies.

Nos juntamos con los amigos. No hace ni falta decirlo: Hay suficiente agua, bastante barro y material sólido y pedregoso para hacer un buen muro. La ‘pesquera’ de hoy va a ser monumental.

Se empieza a construir el muro con la misma técnica que los albañiles construyen las paredes: un poco de barro, un poco de piedra… A los mayores no les debe hacer ninguna gracia que embalsemos el agua. NO señor, ninguna. En cuanto nos metamos a la escuela te la destrozarán. Mejor dejar una vía de escape en medio para que vacíe y al salir al recreo volverla a tapar. Barcos de papel no van a faltar para surcar las aguas interiores del mini-pantano construido, que volveremos a soltar con las manos ya encalladas y rugosas, pero disfrutando de las maravillas de la naturaleza, del derribo producido en la pesquera del amigo y los barcos de papel precipitándose regato abajo.

Como en los pantanos reales de los ríos, hay sitios y sitios para embalsar el agua. Algunos tajos pronunciados son los más idóneos para construir verdaderas piscinas, pero no siempre el trabajo que cuesta hacerlo y el esfuerzo en aporte de material compensa la satisfacción de haber hecho la ‘pesquera’ más grande.

Es un juego un poco guarro. Acaba uno con el barro saliendo por las orejas. Pero siempre tendrás la opción de lavarte en la propia agua embalsada. Ya se sabe que este agua turbia y lodosa lleva muchos restos de excremento animal y humano, pero sólo es para lavarse, no para beber.

La profundidad del estanque se comprueba al mismo tiempo que la impermeabilidad de las ‘catiuscas’. Uno se mete con las botas en medio de la ‘pesquera’, caminando como Jesucristo, pero hundiéndose. Un ligero traspiés provocaba el pequeño accidente por el cual acababas con los calcetines empapados (si los llevabas) y las botas con medio kilo más de peso cada una. Gajes del oficio.

Así va la discusión

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