Estamos en pleno abril
y el sol de la primavera
ya es bastante pegajoso
pa’ estar con lana la oveja.
En las tabernas del pueblo
se concentra el personal
para formar las cuadrillas
que van a ir a esquilar.
Son doce o catorce hombres,
cocinero, capataz,
y un chaval de morenero
para curar las cortás.
¡Y ahí es donde entro yo!
Que yo fuí de morenero
y a más no pude llegar
porque me marché del pueblo.
Pero de estas correrías
guardo muy gratos recuerdos,
¡Quieras que no, en esas fechas,
ganaba un pequeño sueldo!
Salíamos por la mañana
con las bestias hasta arriba,
pues íbamos aviaos
pa’ treinta o cuarenta días.
Derechos hasta Almaraz,
a la casa de Don Pío.
Allí tenían un pajar
en medio de un corralón,
donde cogíamos la paja
pa’ rellenar el colchón,
¡Colchón que eran unos sacos
de arpillera o de faldón!
¡Aquella era la parada
de la primera dormía!
De allí vamos a otros sitios
de no mucha lejanía,
y de allí cuando acabemos
también será la partida.
Valdehuncar, Saucedilla,
Casatejada, Belvís,
El Torreón del Marqués,
son algunos de los sitios
que yo nunca olvidaré.
La rutina era la misma
en to’ los sitios igual,
levantarnos muy temprano
y ponernos a esquilar.
En los tinaos, en las cuadras,
en mitad de algún corral,
las ovejas se esquilaban
donde tuviera lugar.
Escarbando en mis sentíos
vuelven a mí, sin remedio,
sabores característicos
que llaman a mis recuerdos.
¡Cagalutas y Cascárrias!
¡Un fuerte olor a zotal!
¡El balar de las ovejas
encerrás en la tiná,
esperando entre cancillas
su turno pa ser legás!
¡El chap, chap, de las tijeras!
¡Oír a los hombres cantar
canciones de nuestra tierra
sin parar de trabajar!
“...Otró toro... y otro toro...”
¡...Pasa la bota chaval…!
¡Y el paquete de tabaco
que ha dejao el mayoral!
¡Ver competir a los mozos
para ver quien pela más!
¡Oír la voz de “Moreno”
y tu decir ¡Allá vá!
¡Y echar ceniza en la herida
pa’ que cure la cortá!
Me animo y no me contengo.
¡Parece que esté viviendo
aquellos mismos momentos,
y son puras ilusiones
que proyecta mi cerebro!
A pesar de la paliza
que conlleva el trabajar
a destajo todo el día,
había ratos agradables
conviviendo en armonía.
En la comida, en la cena,
¡A cualquier hora del día
si fallaba la faena!
Y a la hora de almorzar
esa sopa de tomate
en un caldero calás,
sabían a gloria bendita
¡Y es que estaban bien guisás!
A las horas de comer
se usaba el mismo ritual,
Pan, tenedor o cuchara,
paso alante... y paso atrás.
Pues comiendo tanta gente
no nos podíamos sentar.
Después, en la sobremesa,
revolcaos entre la lana
la media horína de siesta.
Y al final de la jornada
las partidínas de cartas
al reposar de la cena,
jugándonos los cigarros
y el duro, a las siete y media.
A la hora de dormir
ya recostaos en las camas,
no faltaban chascarrillos,
ni chistes, ni bromas sanas.
y cuando apretaba el sueño
no te dejaban dormir
los ronquios de Tío Candelo.
-
Hacia primeros de junio
se termina de esquilar
y volvemos para casa
pasando por Almaraz.
Recogiendo las ovejas
que nos daban pa’ comer
que siempre eran las más viejas,
veníamos por el cordel
con tó los trastos a cuestas.
Después estaba el día grande,
¡Era el gran día de las cuentas
en casa del capataz!
Después de quitar los gastos,
se repartían las perras
que todos habían ganao.
Se hacía una comilona
entre todas las familias,
y se iba de tasca en tasca
cantando esas coplillas
que esquilando se cantaban.
¡...Otro toro y otro toro...!
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