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Participa / Foros / Colaboraciones / El mito del aislamiento

Autor: Isaac Asimov
Fecha: 14/11/2014 03:42:34

Suponer que cualquier grupo de personas debe preocuparse sólo de sí mismos y sus inmediatos vecinos es propio de vivir en un mundo de fantasía. Las cosas ya no son así.
La Humanidad sólo puede seguir su avance hacia delante. Dar marcha atrás provocaría una catástrofe inimaginable. Aun cuando seguir adelante supusiera marchar hacia el desastre, dar marcha atrás no nos salvaría. Puede ser que, en definitiva, no haya escapatoria, pero si ésta existiese, sólo puede hallarse en una dirección: hacia delante. Se tendrán que efectuar más avances en el campo de la tecnología; avances, tengamos esperanza de ello, que sean mejor utilizados que en el pasado.
Si estos progresos nos plantean problemas, ésa es la naturaleza del Universo, y no tenemos más remedio que continuar hacia delante para resolver tales problemas,, a su vez, mediante mayores avances tecnológicos —y entonces resolver los nuevos problemas que surjan—, y así sucesivamente.
Pensemos en los diversos problemas que debe afrontar hoy la Humanidad: crecimiento ilimitado de la población, recursos en disminución, contaminación en aumento, una ecología que se deteriora, agobiantes gastos militares, violencia creciente y, en todos los aspectos, los descorazonadores síntomas de una sociedad que se vuelve psicótica.
Todo esto tiene algo en común: afecta a toda la Humanidad y, por tanto, no son válidas las soluciones locales.
En un mundo que se ha hecho interdependiente en grado sumo, no pueden existir islas de seguridad y cordura. Si una sociedad altamente industrializada necesita los recursos del mundo, no se puede mantener a sí misma si todo el mundo no lo puede hacer. La seguridad parcial es un mito.
Si vamos a recurrir a la tecnología para resolver estos problemas, de nuevo deberemos ampliar nuestro campo de visión. Los días en que una nación —o cualquier grupito de naciones— disfrutaban del monopolio de la ciencia es algo que pertenece al pasado y no volverá. La creciente complejidad de nuestros conocimientos crecientes acerca del Universo hace necesario utilizar a toda la Humanidad como poder cerebral y fuente de información.
Todo el mundo representa el potencial cerebral que necesita la Humanidad en su conjunto. Todo el mundo representa la fuente de recursos y el sumidero de desechos para toda la Humanidad. Todo el mundo padece de los varios problemas mundiales y debe formar parte de las diversas soluciones mundiales.
Sin embargo, hemos heredado una organización de naciones-Estado propia del siglo XIX y de antes. Casi todos nosotros estamos persuadidos, en cierto modo, de que las necesidades y deseos de nuestra propia nación son de mayor importancia que los de cualquier otra. Nuestra «seguridad nacional» (ésa es la frase) debe ser defendida con armas terribles y con hombres arrojados y, si es necesario, protegida por una ilimitada violencia. Todos los daños causados en cualquier parte del mundo quedan justificados mientras nuestro país obtenga algún beneficio.
Pero eso constituye un mito. No hay forma de garantizar la seguridad de una nación más que garantizando la seguridad de toda la Humanidad. Todos los esfuerzos para proteger una nación, una pequeña porción de la Humanidad, mediante el poder de las armas, aparta cerebros y recursos del esfuerzo de resolver los problemas del mundo. Ello hace menos posible la preservación de la seguridad de toda la Humanidad y, por lo tanto, de cualquier nación de las que forman la Humanidad.
También en este caso la salvación se halla en una concepción global. Es la única opción sensata.
Pero, ¿adoptará la Humanidad esa solución sensata? No estamos obligados a ello. Siempre cabe la alternativa de elegir el camino de la locura, el que seguimos actualmente, para terminar en una catástrofe absoluta dentro de quizá no más de treinta años.
Si se elige el camino de la locura (y ello parece lo más probable), no es porque la gente desee una catástrofe. Ello se debe a que nadie es capaz de ver que- toda la Humanidad unida es la mínima unidad viable en la Tierra.
Si, por el contrarío, se elige, contra todo pronóstico, el camino de la cordura, ello significará que las naciones-Estado que ahora representan a las gentes del mundo y que se enfrentan entre sí con la amenaza constante de la guerra, deberán aprender a cooperar tan estrechamente que, por último, constituirán un Gobierno mundial.
De este modo, la ONU puede servir para mantener la seguridad de la Humanidad y permitir el nacimiento de una nueva sociedad, en el siglo xxi, que viva dentro de los límites de los recursos mundiales y se lance hacia delante en busca de nuevos horizontes fuera de la Tierra.
Si no se hace así, seremos destruidos.
La elección nos corresponde a nosotros y, para nuestro bien, más vale que no esperemos demasiado. Si no nos encaminamos por la senda de la cordura y de la vida, en los próximos treinta años, como mucho, habremos caído irremediablemente en la alternativa de la locura y de la muerte.

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